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La sucesión del desastre

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Ernesto Jiménez

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El tiempo en la Ciudad de México tiende a correr veloz, más en aquellos lugares en donde se concentra el poder económico y la vida social, sin embargo, a dos semanas del terremoto que sacudió nuevamente el 19 de septiembre después del icónico año de 1985, los escombros todavía retrasan el andar cotidiano.

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En las calles de Edimburgo y Escocia, en la colonia Del Valle, los minutos son diferentes; lentos y silenciosos. En avenida División del Norte, el tiempo corre ajeno al desastre, no sufre ningún  cambio, a diferencia del otro cuadrante que vio desmoronarse edificios enteros. “En la Del Valle” no se grita, no se ríe, se guarda un luto implícito por la tragedia, pues se sabe que el dolor aún pulula.

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Las primeras noticias de los derrumbes apuntaron de inmediato a esa colonia, voluntarios y rescatistas acudieron de inmediato, sin embargo, a dos semanas del sismo el panorama dista mucho de lo ocurrido aquel martes por la tarde. Ya no hay voluntarios en la calle, en su lugar, se encuentran vallas metálicas custodiadas por un puñado de uniformados militares. Tampoco prevalece el desorden, los murmullos que se convertían en una sinfonía de dolor y desesperación dieron paso al silencio sepulcral.

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La ayuda ha comenzado a disminuir, pero sigue llegando, en Escocia y Gabriel Mancera permanece el centro de acopio que también funge como comedor para militares y voluntarios, le han arrebatado espacio a las bicicletas y han plantado ahí su fuerte para hacer frente a las necesidades de los colonos.

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El comedor, en la misma acera, es acompañado por unos cuantos baños públicos azules; ahí están también las vallas a donde se asoman rostros todavía en busca de una imagen que los satisfaga. Pero en esas largas y desiertas calles sólo gobiernan las fuerzas federales, no hay nada más, nadie entra ni sale sin que ellos lo permitan con un total orden.

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Las cortinas de los negocios siguen abajo. La Ciudad de México, gracias al temple de sus habitantes, intenta seguir adelante, sin embargo, en cada calle y colonia lo hacen a un ritmo diferente. Para aquellos que sufrieron horas de angustia, la reconstrucción y el retorno a la vida cotidiana serán andares sigilosos. El otro 19 de septiembre dejó a los mexicanos un recordatorio más del suelo que pisan.

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