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De la tristeza al enojo y la incertidumbre

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Perla Blas

 

“Todos tenemos pasajes obscuros en nuestra vida, pero tras el sismo nos quedamos con una sensación de amargura”.  La calle Saratoga de la colonia Portales se encuentra fuertemente resguardada por militares y policías; el desánimo y enojo de los vecinos se perciben. Ahí,  dos torres de cuatro pisos con 30 años de antigüedad se derrumbaron.

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Con el rostro triste el dueño, desde hace 25 años, de una tienda de abarrotes relata la tensión que se generó entre la autoridad y los vecinos, después de que el 19 de septiembre el sismo enterrara a varias personas. “Llegaron los militares y se bajaron con armas en mano y nos quitaron, ¿qué necesidad?, nos violentaron”. La intervención de la autoridad no solo evitó que los civiles colaboraran sino que, estos se encuentran indignados porque señalan que su inacción ocasionó la muerte, de al menos, un hombre que durante horas estuvo comunicándose por WhatsApp.

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Él, al igual que los vecinos, no está contento con la presencia de los militares. “Nada, no están haciendo nada ya”, y repite constantemente que, a dos  semanas de ocurrido el sismo, es y será un episodio amargo. Alrededor de la calle Saratoga se encuentran al menos dos edificios, de cuatro y cinco pisos con mantas de Se vende. A una cuadra de las torres colapsadas se reanudó la construcción de un edificio de departamentos y alrededor conviven casas de uno y dos pisos. Los vecinos comienzan a organizarse y en las puertas dejan un papel invitando a unirse para pedir se suspendan las licencias de construcción y se limite la altura de los edificios. 

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A diez minutos caminando sobre la calle General Emiliano Zapata, en el número 58 se encuentra el edificio blanco y colapsado al que se le han dedicado portadas y espacio en diversos medios de comunicación. La imagen del complejo de departamentos que tenía sólo nueve meses de habitado es impactante para aquel que circula desde Calzada Tlalpan; imposible no observarlo. Algunas ventanas quedaron abiertas, y se pueden ver los muebles al interior de lo que antes fuera el hogar de decenas de personas.

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“Se cuentan muchas cosas, en realidad no se sabe bien quiénes murieron”. El empleado de una tienda que da la espalda a dicho edificio reconoce que así como los militares ayudaron a sacar varios cuerpos de los escombros, así también existe hermetismo sobre lo que sucedió.

“Se cayó en cuanto tembló. Se vio como si le hubieran puesto dinamita, todavía tengo esa imagen en mi mente”, describe Omar lo que sucedió aquel día a las 13:14 horas del martes.

Los vecinos intentan retomar su vida  habitual, aunque el sentimiento de tristeza por las vidas que se perdieron es evidente. Algunas cortinas de negocios siguen cerradas y el sentimiento de incertidumbre ante un nuevo temblor convive con el de retomar fuerzas para seguir adelante.

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